En el villorrio en que nací y fui malcriado por exceso de cariño se publicaba un periódico semanal. Se llamana El Censor, lo que me obliga a recordar que existieron en este mundo censores obligados por cuestión de hambre y otros por también condicionado congénito espíritu de oferta.
El Censor había sido fundado y luego mantenido por el boticario del pueblo, un tal Barthé, disgustado con el comisario de apellido olvidado e intercambiable. El origen de la enemistad, según recuerdo, fue una vaca habitualmente intrusa en pasto ajeno.
Tal vez por esto, y con cierta frecuencia, algunos de los editoriales de El Censor se remataban con esta tremenda frase: "Insistiremos, señor comisario".
Y el rencor de don Barthé aumentaba, sin razón, porque cada vez que había fiesta en el pueblo el caballo del comisario ganaba todas las carreras. Trotamundos con muchas etiquetas en sus valijas me han asegurado que lo mismo sucede en todo lugar.
Pero cuando llegaban a El Censor cartas con denuncias más graves que el caso de la vaca acusada de intrusismo, don Barthé se lavaba las manos y recurría a gruesas letras de imprenta para anunciar: "Recibimos y publicamos". Claro que el plural era gratuito.
Pero, sea como sea, es el título que debe encabezar la fiel reproducción de la carta que acaba de mandarme mi recordado cuervo visitante de una noche e imperdonable ladrón, o crítico literario, como él prefirió llamarse. Cuestión de gustos. Firma como Crown. Recibo y publico:
"Despreciable anfitrión: Otra tormenta estuvo jugando con sus papeles y luego los miré a vuelo y vista de pájaro. Formaban una curiosa confusión: poesía con artículos periodísticos, dramas con fragmentos de novela. Cómico; pero me dicen que tal entrevero de géneros es en estos días lo más in de lo in. Paso a trabajar".
El Censor había sido fundado y luego mantenido por el boticario del pueblo, un tal Barthé, disgustado con el comisario de apellido olvidado e intercambiable. El origen de la enemistad, según recuerdo, fue una vaca habitualmente intrusa en pasto ajeno.
Tal vez por esto, y con cierta frecuencia, algunos de los editoriales de El Censor se remataban con esta tremenda frase: "Insistiremos, señor comisario".
Y el rencor de don Barthé aumentaba, sin razón, porque cada vez que había fiesta en el pueblo el caballo del comisario ganaba todas las carreras. Trotamundos con muchas etiquetas en sus valijas me han asegurado que lo mismo sucede en todo lugar.
Pero cuando llegaban a El Censor cartas con denuncias más graves que el caso de la vaca acusada de intrusismo, don Barthé se lavaba las manos y recurría a gruesas letras de imprenta para anunciar: "Recibimos y publicamos". Claro que el plural era gratuito.
Pero, sea como sea, es el título que debe encabezar la fiel reproducción de la carta que acaba de mandarme mi recordado cuervo visitante de una noche e imperdonable ladrón, o crítico literario, como él prefirió llamarse. Cuestión de gustos. Firma como Crown. Recibo y publico:
"Despreciable anfitrión: Otra tormenta estuvo jugando con sus papeles y luego los miré a vuelo y vista de pájaro. Formaban una curiosa confusión: poesía con artículos periodísticos, dramas con fragmentos de novela. Cómico; pero me dicen que tal entrevero de géneros es en estos días lo más in de lo in. Paso a trabajar".