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El planeta más íntimo de Onetti


Juan Carlos Onetti (Montevideo, 1909- Madrid, 1994) balbuceaba en voz alta sus historias mientras dormía. "¿Dije algo anoche?" preguntaba la mañana siguiente a Dolly, su esposa. "¡Qué lástima! Era un cuento perfecto", se lamentaba cuando su mujer aseguraba no recordar nada. El libro Juan Carlos Onetti Ensayo Iconográfico (Del centro editores), está tejido con recuerdos íntimos. Recuerdos de un escritor cuya fama de huraño, cascarrabias y antisocial que nunca salió de su cama suele eclipsar la versión más terrenal que, irremediablemente, se esconde en la intimidad de todo ser humano.
El libro recopila un total de 327 fotografías, muchas de ellas inéditas, y una sucesión de testimonios y anécdotas de amigos, familiares y escritores que trazan el recuerdo de un Onetti familiar. Más cercano. Un hombre fascinado por el mundo de los niños. El texto recoge la anécdota del abuelo que asumía el papel de ogro para enviar a su nieto Carlos Esteben Onetti a extraer la sangre de alguna víctima. El niño solía regresar con una copa de vino para este infundado ser fantástico, que él sabía de antemano, se trataba de "el agüelo".
La admiración de los escritores queda constatada de sobra. Mario vargas Llosa conoció al autor de El astillero en Nueva York, donde se celebraba un congreso de la prestigiosa asociación de escritores PEN Internacional. En su ensayo El viaje a la ficción. El mundo de Juan Carlos Onetti, el Nobel peruano anota: "No podía imaginar que el autor de aquellas temerarias historias fuera el hombrecillo tímido hasta la mudez y ensimismado que temblaba como el azoque ante la idea de enfrentarse a un micrófono y que, salvo cuando hablaba de algún libro, parecía el ser más desvalido de la creación".
Julio Cortázar, por su parte, satisfecho por una crítica positiva que hiciera Onetti de su cuento El perseguidor, diría: "Para mí es como si me lo hubiera dicho Musil o Malcon Lowry, esa clase de planetas".