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La música de Piazzolla, más clásica que nunca

Astor Piazzolla fue el equivalente argentino de Gershwin o Ellington. Sus composiciones son ideales para los músicos clásicos que quieren llegar a más público sin hacer concesiones. Piazzolla representa uno de los rarísimos casos en que un autor se desenvuelve de forma extraordinaria tanto en el mundo de la música popular, con sus tangos porteños, como en el de la música culta o clásica. Creó un nuevo género llamado tango sinfónico.

Un fantasma recorre el mundo: es el fantasma del crossover, ironiza un veterano arreglador, parafraseando la célebre frase inicial del Manifiesto Comunista de Marx y Engels. Por crossover se entiende el caso de aquellos músicos especializados en una vertiente (por ejemplo, la música clásica) que incursionan en una vertiente distinta (por ejemplo, el tango).Precisamente lo que viene sucediendo con la música de Astor Piazzolla. Todo un fenómeno mundial, protagonizado por varias de las más destacadas figuras de la música clásica. En efecto, ni más ni menos que el director y pianista Daniel Barenboim, el violinista Gidon Kremer, los pianistas Emanuel Ax y Arthur Moreira Lima, el dúo de guitarras de los Hermanos Assad, el cuarteto de cuerdas Kronos y el chelista Yo-Yo Ma, entre otros, han grabado discos con música del gran compositor marplatense. Y representan la cresta de una ola entusiasta, imparable y creciente, movida por la fuerza expresiva de la música de Piazzolla.

Astor fue el equivalente argentino de Gershwin o Ellington. Sus composiciones son ideales para los músicos clásicos que quieren llegar a más público sin hacer concesiones. El Kronos Quartet tuvo, a diferencia de sus colegas, el privilegio de grabar Five tango sensations, una obra para bandoneón y cuarteto de cuerdas, con el propio Piazzolla como solista. El disco fue editado en 1991, y fue la última grabación realizada por Astor. Fue una experiencia fantástica, recuerda David Harrington, primer violín y fundador del Kronos.
"Era notable la intensidad de su concentración cuando tocaba. A pesar de que era mayor que nosotros, nos hizo sentir muy cómodos. Respetaba al grupo, nos escuchaba y lo escuchábamos. Fue un gran compositor. Su música no será igual sin él, pero permite distintas versiones sin que se debilite, porque es muy fuerte, como sucede con Beethoven o Stravinsky. Y creo que este fenómeno de nuevas grabaciones es muy bueno, porque habrá más gente escuchando música de Piazzolla".

jueves

Katherine y ellas

Las publicaciones europeas muestran que también por allá la literatura feminina crece, expandiendo sus armoniosas líneas: Mme. Simone es bautizada " la nueva George Sand". Otras estrellas surgen con su luz sonriente. Pero algo que comenzó con Katherine Mansfield permanece detenido: una verdadera literatura de mujer.

Aparte de su talento, K. Mansfield debe su triunfo a esto: por primera vez, y por última, hasta ahora –pese a la legión de bas-bleu anteriores y posteriores– una voz de mujer dijo de un alma de mujer. Katherine Mansfield tuvo mucho de milagro: no fue cursi, no fue erudita, no se complicó con ningún sobrehumano misticismo de misa de once. Otro secreto: era como los hombres se imaginan a las mujeres que aman.

Con esto de las doblemente bellas letras femeninas, está sucediendo algo curioso. Antes las mujeres se dedicaban casi exclusivamente a la poesía. Cantaban al amante, a Dios, a los árboles y a los recién nacidos. A unas les salía bien y a otras mal. Cada comarca tenía su poetisa oficial y todos muy contentos.

Pero ahora las cosas se han complicado. En cierto sentido, podría decirse que las mujeres son las nuevas ricas de la cultura. Aunque no sólo ellas, está claro. Hay superabundancia, plétora de mujeres intelectuales. Casi todas las muchachas que leen y escriben, se abruman con la obligación de hacer versitos y publicarlos.

Las que no sólo leen de corrido, las mujeres de sólida cultura que hasta dan conferencias y todo, ésas no se conforman con la estructuración de sonetos de catorce versos, describiendo la fuerza de perturbación erótica que poseen los ojos verdes del amado. Escriben sobre Cristo, Marx, el Cosmos o la técnica del autor del Bisonte de Altamira.

Y todo – que si se mira comprensivamente es ya bastante – empleando el estilo más tenebroso, espeso e imaginero que pueda concebirse. A razón de dos citas por párrafo y una pareja de adjetivos para cada nombre.

En esta excesiva riqueza, naufragaron las jerarquías. Ya no sabemos a ciencia cierta, como en los buenos tiempos pasados, cuál es nuestra primera poetisa, ni cuál la alta filósofa del Plata, ni qué blanca mano esgrime la vara máxima, severa y medidora de la Crítica.

Periquito el Aguador Marcha, Montevideo, 18-8-1939

Juan Carlos Onetti